Recientemente acepté la invitación a comer de un emprendedor nato. Comenzó su carrera en las ventas a los nueve años y sigue empuñando la espada del emprendedor ya bien entrado en los 80.
Me buscó porque se enfrentaba a un dilema: él y su esposa estaban creando un banco orientado y administrado por mujeres. Buscaban una directora ejecutiva con experiencia que hubiera pasado buena parte de su carrera profesional en el mundo bancario. Pero también necesitaban que su candidata tuviera un espíritu emprendedor.
Eso es un problema, porque el gremio de los banqueros está inmerso en una visión burocrática. En ese sistema, si quieres avanzar tienes que asumir el código institucional. Y en los ambientes empresariales con los que he tenido contacto, el espíritu emprendedor –si acaso existe– suele ser aplastado por la maquinaria corporativa, tarde o temprano.
Además, por lo general un emprendedor construye su negocio inspirado en su pasión para hacer del mundo un mejor lugar según su propia visión, pues detecta problemas que necesitan arreglo y crea soluciones. En cambio, con los trabajadores corporativos su primera motivación es el dinero.
La gran diferencia entre estos empleados (desde el directivo hasta el conserje de la compañía) y el emprendedor es la manera en que piensan.
De acuerdo con mi experiencia, los valores más importantes en la mente de un empleado son:
1. Si trabajo, espero recibir un pago.
2. Si hago un muy buen trabajo, espero tener un ascenso.
3. Si uno va “más allá”, es recompensado. Si uno va “demasiado lejos”, no.
El emprendedor en cambio sabe que sin importar qué tan duro trabaje, podría no obtener un pago. La razón principal por la que recibe un pago es por los resultados. Y a menudo va “demasiado lejos” con tal de obtenerlo.
En mi opinión, un emprendedor exitoso es la personificación de estos tres rasgos:
1. Tiene un propósito o una misión.
2. Lo importante son los resultados. Todo lo demás es sólo palabrería.
3. Aprende constantemente y siempre busca respuestas diferentes y nuevos retos.
Ninguna de las dos ideologías es buena o mala; simplemente son diferentes. La cuestión es, sin importar si eres un empleado o un emprendedor, ¿cuál visión y forma de pensar que te darán los mejores dividendos cuando se trata de invertir?
Si trasladas tu mentalidad de empleado al mundo de las inversiones, seguramente decidirás que es mejor entregarle tu dinero a alguien para que lo maneje por ti. De ser así, es probable que obtengas algunas ganancias, pero esta estrategia no te proporcionará independencia económica.
Para ser un inversionista exitoso y obtener dividendos mayores, debes hacer más de lo que hacen las personas promedio.
Tienes que pensar diferente y esto requiere adoptar una visión más emprendedora, donde luches por una meta, busques nuevos retos y mantengas en mente que los resultados son lo que realmente importan.
fuente: Kim Kiyosaki
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